sábado, 22 de febrero de 2014

Capas, capas, capas


La condición de inacabado constante, la vuelta una y otra vez sobre un mismo principio ( desastroso en algún ejemplo, y en primer contacto con el acrílico) y la posibilidad de cambiarlo me recordaba a este pasaje de El paraíso en la otra esquina, de Mario Vargas Llosa sobre los viajes o estancias fuera de París de Gauguin:

Una semana después de terminar su obra maestra seguía retocándola, y se pasaba horas enteras delante de la tela, en observación. ¿Lo habías conseguido, no, Koke? El cuadro no revelaba una mano civilizada, europea, cristiana. Más bien, la de un ex europe, ex civilizado, ex cristiano que, a costa de su voluntad, aventuras y sufrimiento, había expulsado de sí la afectación frívola de los decadentes parisinos, y regresado a sus orígenes, ese esplendoroso pasado en el que religión y arte, esta vida y la otra, eran una sola realidad. Las semanas que siguieron a Manao Tupaupau fueron de una serenidad de espíritu que Paul no disfrutaba hacía tiempo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario