miércoles, 26 de febrero de 2014

El viernes que fui a clase y no firmé la lista


Trazas, transformación


Picasso, un gran artista, tal vez el más grande, es un ejemplo evidente. Picasso se enamora de mujeres, una tras otra. Una tras otra se van a vivir con él, comparten su vida, posan para él. De la pasión que se enciende de nuevo con cada amante, las Doras y Pilares a quienes la suerte trae hasta la puerta del artista renacen en arte imperecedero. Así es como se hace. ¿ Y él? Pero él no es Picasso. Su sensibilidad es diferente a la de Picasso. Él es más tranquilo, más lúgubre, más del norte. Tampoco tiene los hipnóticos ojos negros de Picasso. Si alguna vez intenta transfigurar a una mujer, no lo hará con tanta crueldad como Picasso, doblando, retorciendo el cuerpo de ella como si fuera metal en un horno feroz. De todos modos los escritores no son como los pintores: son más obstinados, más sutiles.


Juventud,  Coetze



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